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Fundación La Casa Común

El efecto mariposa: adaptación institucional, cambio climático y un nuevo modelo de desarrollo

Por Rodrigo Astorga, Economista y socio de La Casa Común.


John Lennon ya lo dijo alguna vez: la vida es aquello que te va sucediendo mientras estás haciendo otros planes. Un complejo equilibrio entre caos y orden. Como sabemos, un pequeño impacto en un sistema complejo puede causar una inmensa reacción en cadena. Es el llamado efecto mariposa. Según la teoría del caos, una gota puede desbordar un océano, el aleteo de una mariposa en Brasil puede desencadenar un tornado en Japón, o un sólo pensamiento puede cambiar la realidad y materializar lo que no existe. Si tuviera que repasar lo que aprendí este último año, sería sin duda alguna lo inalienablemente conectados que estamos. Esto ha superado con creces todo lo que pensé y leí sobre el mundo multilateral, el impacto de internet o la globalización económica.


Y de pronto, y a pesar de que había muchos incrédulos en un principio, sucedió lo impensable, ¡aquí!, en este pequeño país del sur. El viernes 18 de octubre de 2019 una protesta contra el alza del pasaje del metro en Santiago detonó una revuelta popular. El “salto del torniquete” significó que miles de chilenxs dijeran basta a años de abusos y salieran masivamente a las calles. La protesta redundó en las marchas más grandes de nuestra historia, cacerolazos multitudinarios, desobediencia ciudadana, destrozo de los íconos del sistema; la rabia que se había acumulado por décadas se desató. Me ha tocado explicar varias veces la situación a amigos o familiares en el extranjero y realmente es macondianamente fabuloso contar que de 30 pesos pasamos a una nueva Constitución; claramente el realismo mágico está en el corazón de nuestra cultura latinoamericana.


Fabuloso, y, sin embargo, perfectamente real. ¿Pero se puede controlar semejante poder? Un solo aleteo de una mariposa puede cambiar el tiempo atmosférico, como sugiere la teoría del caos. Entonces, ¿es también posible que un pueblo pueda hacer frente de manera efectiva a desafíos globales como el cambio climático y la transformación socioecológica que nos urge realizar?


Desde mi perspectiva, además de la acumulación de capital, trabajo y progreso técnico, en un sentido muy fundamental, el desarrollo económico significa cambios en la estructura de la economía, la construcción de instituciones, mercados y capacidades tecnológicas, y la construcción gradual de nuevas formas de interacción entre agentes económicos, autoridades gubernamentales y una amplia lista de organizaciones sociales. Hay distintas formas de capitalismo en el mundo, y cada uno de ellos opera con lógicas locales y ciertos rasgos económicos, institucionales y tecnológicos, los cuales tienen dependencia de su propia historia o trayectoria (a pesar de que los modelos neoclásicos no la incorporan, ¡la historia cuenta!). Cambios leves en las condiciones o parámetros iniciales pueden llevar a la evolución de un sistema a diferentes equilibrios de largo plazo. La trayectoria dependiente en economía corresponde a la conexión entre el valor agregado que generamos, su forma de producción y los resultados que obtuvimos en el pasado. Entonces, gobernar dicha trayectoria es sistematizar estrategias que sostienen, crean o resuelven las condiciones que llevan a la dependencia, en vez de solamente mirar las condiciones actuales de una tecnología, las preferencias y otros factores que determinan resultados.


Pienso que el problema del cambio climático nos fuerza a salir de la lógica del desarrollo económico clásico, es decir, una combinación adecuada entre el funcionamiento del libre mercado y regulaciones gubernamentales. Se han violado los límites sociales y biofísicos del crecimiento económico, en otras palabras, los procesos de interacción de la sociedad, los medios de producción y la naturaleza.


Uno de los temas que estará en el corazón de toda propuesta de desarrollo para los próximos 30 años, y que nos corresponde discutir en este cambio epocal, corresponde al debate entre crecimiento económico y degradación ambiental. Dicha discusión ha estado dominada durante décadas por la hipótesis basada en una versión ambiental de la curva clásica de Kuznets[1]. Según la hipótesis de la curva ambiental de Kuznets, el crecimiento económico aumenta las presiones ambientales en las primeras etapas del desarrollo; pero, después de un punto de inflexión, los altos niveles de ingresos per cápita permiten a las sociedades reducir su impacto ambiental. En este escenario, el tamaño de la economía, el efecto de escala, aumentaría las presiones ambientales. Al mismo tiempo, las presiones medioambientales se reducirían por el cambio estructural que acompaña al crecimiento económico, el efecto de composición, y por las mejoras tecnológicas en curso, es decir, el efecto de la tecnología. Si los efectos de composición y tecnología progresan en la misma dirección y son lo suficientemente fuertes como para compensar el efecto de escala, podría aparecer un punto de inflexión en la tendencia que vincula degradación ambiental y crecimiento económico. Más allá de ese punto de inflexión, la degradación ambiental disminuiría a medida que la economía crezca.


El argumento de "crecer primero, limpiar después" se basa en argumentos empíricos débiles, tiene varias fallas conceptuales e ignora el riesgo de daños ecológicos irreversibles, además de la alta dependencia en los recursos naturales. Sin embargo, una preocupación de muchos países en desarrollo es que el costo involucrado para lograr una transformación socioecológica es demasiado alto y no puede ser pagado por países de bajos o medianos ingresos con necesidades más urgentes que “ecologizar” sus economías.


No obstante, para Chile, este no necesariamente es el caso: el país ha estado buscando oportunidades tecnológicas para nuevos modelos de negocios, además de reducir la dependencia de los combustibles fósiles en la matriz productiva. Somos extremadamente vulnerables tanto a las fluctuaciones de los precios internacionales de los combustibles como al cambio climático. Aproximadamente el 15% de nuestras importaciones corresponden a recursos energéticos y cumplimos con siete de los nueve criterios de vulnerabilidad climática establecidos por la CMNUCC. Muchos territorios ya están experimentando aumentos de temperatura, incendios forestales, sequías, desertificación y cambios en el ciclo de lluvias, entre otros efectos.


Chile sin duda tiene enormes ventajas en su potencial solar y eólico, como lo reconoció el Washington Post en 2017 analogándolo a una “Arabia Saudita Solar”. La reducción de los costos de inversión del proceso de electrólisis, permite producir hidrógeno a partir de energías renovables (hidrógeno verde), lo que abre la opción de producir combustibles y amoniaco a cero emisiones, llevándolo a una escala competitiva frente al uso continuado de combustibles fósiles. Estos elementos permiten conjeturar a futuro la posibilidad de sostener un crecimiento económico desacoplado –o muchos menos acoplado- de la generación de gases de efecto invernadero.


Pero la transformación no ocurrirá espontáneamente. ¿Es posible que un país en desarrollo genere los incentivos económicos e institucionales para hacer viable esta transformación socioecológica? ¿Cuál es el papel y la capacidad de un Estado promotor? Este tema no se trata de un trade-off entre Estado y mercado o un óptimo de eficiencia de tamaño de Estado versus mercado. Acá lo que se necesita es pensar en lógicas complementarias o soluciones doppelgänger. Creo que por el momento político valdría la pena mirar “El Pasillo Estrecho” de Acemoğlu y Robinson (2019), es primera vez que leo a autores neoclásicos ortodoxos que plantean con tanto ahínco la necesidad de empoderar a las sociedades y al Estado como forma de alcanzar la prosperidad. Los modelos y estrategias tradicionales de crecimiento económico se quedan absolutamente cortos a tamaño desafío que tenemos como especie.


Para cerrar, el plan de descarbonización comprometido para el 2040, al igual que Nueva Zelanda, se pretende adelantar 15 años . Esto es un reto gigante en términos de infraestructura para sustituir al menor costo posible entre fuentes de generación, además de los enormes desafíos en distribución. Queremos y necesitamos generar sinergias sociales y ambientales más allá de la clásica dicotomía -falsa- entre Estado y mercado. ¿Logrará entonces el proceso constituyente ser nuestro efecto mariposa?


[1] La curva de Kuznets es una representación gráfica la cual plantea que los países transitan por niveles de menor a mayor desigualdad de ingresos, para luego nivelarse al alcanzar niveles de riqueza más altos.

[2] Fuente: Banco Central de Chile.

[3]https://www.biobiochile.cl/noticias/economia/actualidad-economica/2020/10/27/diputados-aprueban-con-amplia-mayoria-legislar-para-adelantar-la-descarbonizacion.shtml

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