Hay algo que vincula el resurgimiento de la ultraderecha, las noticias falsas y la “post-verdad”: la degradación de la discusión pública. La democracia no es simplemente suma de manos o votos, ella descansa en que la discusión pública es la manera de identificar, en un contexto en que todos tienen un hacha que afilar, lo que va en el interés general.
La idea es que cada uno deberá ofrecer argumentos, que podrán ser contrastados; así, unos resultarán fortalecidos y otros debilitados. Al votar prevalecerán los que se hayan fortalecido sobre los que se hayan debilitado. La discusión habrá hecho que la fuerza de los votos sea fuerza comunicativa, que surge de la discusión. Esto, por cierto, es un ideal, pero es la promesa de la democracia, el estándar por el cual hemos de juzgar lo que tenemos.
Y nos estamos alejando de él. Al degradarse, la discusión pública pierde capacidad para contrastar posiciones mediante argumentos, y sólo queda el poder de la manipulación comunicacional. Hemos visto varios ejemplos: primero fue “Aula Segura”, presentado sólo para aparecer reaccionando a videos de violencia escolar, aunque era puramente simbólico. El gobierno, contando con que pocas personas leerían el proyecto, hizo todo lo posible para que no se pudiera discutir, presentando la cuestión como una lucha entre partidarios de los violentistas y defensores de los estudiantes.
Luego fue el Comando Jungla, presentado en una puesta en escena militar, mientras el Presidente decía que para enfrentar el terrorismo estaban dotando a Carabineros de nuevos vehículos, drones, equipamiento, etc. Todo falso, según explicó el ministro Chadwick en su interpelación, porque en La Araucanía Carabineros no usaba “ningún arma, ninguna munición” que no se hubiera usado desde el gobierno anterior.
Más recientemente, el gobierno anunció que no firmaría el Pacto Global sobre Migraciones, dando sólo razones falsas: que no permitía distinguir entre migrantes regulares e irregulares (falso), que arrastraría a Chile a tribunales internacionales (falso), que amenazaría la libertad de prensa (falso), etc.
Es que no importa si lo que se dice es correcto o no, verdadero o falso; solo importa el efecto que producirá. No importa si hay razones para no firmar el pacto global, no importa si “Aula segura” es una respuesta eficaz, no importa qué efecto producirá la puesta en escena del Comando Jungla; solo aparecer como un “duro” respecto de la migración, el “terrorismo”, la violencia escolar, etc. Eso es degradar la discusión pública.
¿Y la ultraderecha? Ella usa el lenguaje del simplismo, en que la inseguridad se combate con más policía y jueces más duros, la violencia en las escuelas expulsando más fácilmente estudiantes, la situación en La Araucanía con (aun) más carabineros, el problema de los servicios públicos culpando de la escasez a los inmigrantes, etc.
El cálculo es que la ciudadanía, harta de una política sistemáticamente ineficaz frente a problemas que requieren soluciones transformadoras, premiará a quien muestre decisión, aunque no sea eficaz. La degradación de la discusión pública es la condición para que esto tenga éxito. Porque ella debería servir para develar que se trata de pura apariencia, de modo que el gobierno que lo intente pague el costo de manipular a la gente.
Pero si la discusión pública se degrada, eso no ocurrirá, y entraremos en un espiral de demagogia: quienes no entren en ese juego serán vistos como políticos ineficaces, los otros serán “duros” dispuestos a actuar, y competirán entre ellos para mostrarse como el “más” duro. Más temprano o más tarde, por cierto, quedará claro que es sólo discurso (a veces trágicamente, como en La Araucanía), lo que contribuirá al descrédito de una política binominal, hoy, generalmente rechazada. Entonces aparecerán las figuras de ultraderecha, prometiendo (como en Brasil), solucionar problemas graves y complejos de modo fácil e inmediato.
Es decir, prometiendo soluciones de ultra-derecha.
Comments