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Fundación La Casa Común

Manuel Antonio Garretón: “Tenemos la amenaza de una regresión conservadora”

Manuel Antonio Garretón

Miembro del Consejo de La Casa Común

ENTREVISTA EN LA TERCERA


Sociólogo, actual director del Laboratorio de Análisis de Coyuntura Social de la Universidad de Chile, Garretón fue una figura en la llamada “renovación socialista”. Desde entonces ha mantenido un pie en la academia y otro como agudo observador de los procesos políticos.


Garretón está preocupado. Ve en el horizonte la amenaza de lo que él llama una “regresión conservadora”. De ahí su advertencia de que el gobierno debe tener una sola coalición que le permita reconfigurar una mayoría política y social para mantener su proyecto transformador, pero con ajustes. Aquí explica cómo y por qué.


El expresidente Ricardo Lagos sostuvo esta semana que “estamos peor que antes”. ¿Qué interpreta usted? ¿Un llamado de atención al mundo político? ¿Un guiño a la ciudadanía?


Yo no sé bien lo que quiso decir Lagos. Tampoco voy a interpretarlo. Sí tengo mi opinión respecto a lo que fue su participación en el plebiscito y es muy negativa. Le hizo mal al país. Pero es una opinión personal, independiente del respeto y cariño que le tengo.


¿Es crítico del rol que está jugando Lagos?


Básicamente, veo más una preocupación por estar presente que por tratar de entender lo que le ocurre al país. Y eso lo lleva a posiciones que, a veces, tienden a ser más golpeantes que analíticas.


Pero sí hay una percepción de que el país ha involucionado. Hay analistas internacionales que se preguntan qué les pasó a los chilenos. ¿Tiene un punto ahí?


¿Pero qué se quiere decir con eso? El ejemplo que se ha dado respecto a que los chilenos están gastando más que lo que tienen no es nuevo. Viene sucediendo hace décadas. La pregunta es por qué. Bueno, eso es porque existe un modelo económico social que los ha llevado a endeudarse permanentemente. Es un modelo que generó promesas que no ha podido cumplir. Por lo tanto, la sensación de soledad, de falta de protección e incertidumbre que tienen los chilenos tiene que ver con eso.


¿Y qué quiere decir con eso?


Que, sin desconocer las excelentes cosas que hicieron los gobiernos de la Concertación y de la Nueva Mayoría, hay que reconocer que existe una deuda. Que lo que estamos viviendo hoy es el resultado de políticas públicas que generaron consecuencias.


¿Los 30 años famosos?


O sea, las causas de todos estos fenómenos que se analizan tienen que ver con lo que hemos hecho en estos 30 años. Yo no entiendo qué me está diciendo Lagos cuando dice que Chile está peor que antes. ¿Que estamos peor que en la dictadura? ¿No se referirá estrictamente a lo que fue su gobierno? Quizá es una forma de decir: “Ahí estábamos tan bien y ahora ya no”. Por supuesto que las suyas son afirmaciones respetables, pero discutibles.


¿Usted diría que Chile está mejor o peor?


Yo creo que desde el gobierno de Piñera II hasta ahora estamos mucho peor. Pero eso se debe a problemas no resueltos. El estallido social es una expresión de aquello. Entonces, hacerse la pregunta es una cuestión fundamental, pero ese tipo de afirmaciones no dan cuenta de la profundidad del problema.


¿Cree que Lagos habla desde una cierta autorreferencia? ¿No desde una mirada más panorámica del país?


No creo que sea sólo un tema de autorreferencia. Hay un análisis más profundo. Evidentemente, Lagos sufrió personalmente las consecuencias del estallido.


Más precisamente…


El tema central del Acuerdo Nacional de noviembre del 2019 fue la Constitución. Lagos había dicho que estábamos en presencia de la Constitución del siglo XXI y que ahora sí que era democrática. Pero la gente nunca lo vio así. Hablaba de la Constitución de Pinochet-Lagos. Independientemente de si era justo o injusto, ese eje terminó siendo el punto de referencia central de su postura política.


¿Lagos se sintió cuestionado?


Por supuesto. Se sintió injustamente cuestionado, porque la Constitución que él hizo estaba siendo derrotada. Eso influye mucho. Y así como pienso que su intervención en el plebiscito fue un profundo error y que se hizo daño a sí mismo, creo que esta nueva intervención que ha hecho es confusa. No aporta en el debate.


Usted crítica a Lagos por su postura en el proceso constituyente, pero el Rechazo ganó con un 62%. ¿No será que recogió bien el sentir ciudadano?


Estoy de acuerdo con las críticas que se pueden hacer a la Convención y al proceso. Mi punto es que su intervención sirvió para reafirmar la posición de ese 20% que siempre estuvo por el Rechazo. No olvidemos que la derecha en Chile, y los poderes que ella expresa, es un 44%. Nunca hay que perder eso de vista. Cada vez que en el país ha habido proyectos de transformación, la derecha ha buscado la solución más radical.


¿Eso fue el Rechazo: la postura más radical?


Solamente para hacer un símil: la posición de la derecha frente al gobierno de Allende fue el derrocamiento. ¿Y qué pasó? Al final terminaron apoyándolos, silenciosamente, los sectores de centro. ¿Cuál fue ahora la posición extrema de la derecha frente al proceso constituyente? El rechazo a todo. Partieron siendo un 20% y terminaron imponiéndose. Esto hay que tomarlo en cuenta para entender la derrota de la propuesta constitucional.


También es un dato que el Rechazo terminó ganando con un 62%. No fue un empate. Fue bastante arrollador.


No hay dudas que lo más significativo fue la magnitud de la derrota. Pero eso muestra que quienes promovieron la estrategia del Rechazo tienen una enorme poder para fijar las reglas del juego y del escenario que viene. De alguna manera, son los dueños. Esa es la gravedad del actual escenario: que podría ser viable una restauración conservadora en Chile.


¿Y eso qué significaría?


Con el estallido se inició un proceso transformador que tenía tres canales: la movilización social, que dio origen a ese momento; el proceso constituyente, que era la canalización institucional del descontento y demandas de la sociedad, y el tercero era el gobierno de Gabriel Boric.


Una trilogía.


Así es. Esa era la trilogía del proceso transformador. Pero con una derrota de esa magnitud, esos tres elementos quedan truncados.


¿Y afecta la capacidad transformadora del gobierno?


Yo creo que sí. Por eso digo que el gran riesgo es que muchos empiecen a decir: “Aquí no ha pasado nada. Volvemos a como estábamos antes”. A eso está apostando la derecha. Lo grave es que bajo ese argumento se imponga un proyecto totalmente retardatario. Y ahí sí que Chile sería mucho peor.


Adecuarse al momento

El cientista político Juan Pablo Luna ha dicho que el 4 de septiembre fue el fin del gobierno de Boric. ¿Lo ve así también?


No. No es la muerte del proyecto, pero implica adecuarse al nuevo escenario y ver cómo lo implementas. Eso es lo que está en juego hoy día y abre un segundo escenario. ¿Qué posibilidad hay para reconstruir un proyecto transformador en las actuales circunstancias? Este es un gobierno minoritario tanto en el ámbito político institucional como a nivel social.


¿Ve capacidad para esa reconfiguración?


Sí, totalmente. Eso lo puedes recuperar haciéndote cargo de los problemas más angustiantes de la ciudadanía: el costo de la vida y la seguridad. Pero –y esto es importante- no puedes abandonar uno o dos elementos de cambio estructural que marquen el horizonte. Y la tercera condición es que el gobierno logre tener una sola coalición que se pueda hacer cargo de las dos cosas.


Eso no se ve fácil. Hay dos mundos allí.


No es fácil. Evidentemente, se requiere una amalgama de esas dos sensibilidades del gobierno, pero están exigidos a intentarlo al menos. Aquí hay un nuevo actor político: son esos cuatro millones de personas que votaron en el plebiscito y que, básicamente, son apolíticos, votan por lo que les afecta. Algunos dicen que es un sector que le tiene miedo al cambio. Eso quiere decir que tienes que empujar reformas que den certezas a la gente.


Con una baja aprobación en las encuestas y división en sus filas, ¿Boric tiene fuerza para hacerlo?


Boric tiene la capacidad y el liderazgo para hacerlo. El problema es su coalición de gobierno. Necesita que ambos mundos, el Socialismo Democrático y Apruebo Dignidad, tengan un énfasis común. Y deben construirlo.


¿Cómo? El Partido Socialista mira a esa nueva generación con cierto desdén y el Frente Amplio mira a la centroizquierda con un cierto desprecio.


Estoy diciendo exactamente eso. En el gobierno hay dos tipos de protoproyectos. Tienen que hacer un proceso de aprendizaje de la relación, porque necesitas construir una fuerza política mayoritaria. Si unos no aprenden de los otros y tratan de ponerle la pata encima, esto va a fracasar. Tienen que entenderlo, porque para poder ser mayoritaria hay que combinar distintas sensibilidades.


¿Y qué es lo que tiene que entender el Partido Socialista?


La dinámica generacional, la dinámica de las identidades. El PS debe ligarse a las demandas e inquietudes de los actores sociales, con los cuales ha habido una cierta distancia.


El problema es que hay una generación del PS que ya ha gobernado, que tiene experiencia. Y hay un mundo frenteamplista que se constituyó desde la impugnación a ellos. ¿Cómo hacen la amalgama?


Eso es cierto, pero tienen que superarlo. Es una responsabilidad. Boric y su núcleo cercano lo entienden. Pero si los distintos actores políticos no lo asumen, ya sea por conveniencia, cálculos o por ponerle el pie encima al otro, vamos a tener un escenario de descomposición permanente, como vemos en América Latina, o una restauración conservadora.


En el telón de fondo de la derrota, ¿cambia la lectura que la izquierda había hecho de la sociedad chilena?


A ver… Chile había entrado a un proceso de transformación. Era el proyecto de superación de un orden socioeconómico heredado que comenzó con el estallido social. Sin duda, eso está en crisis hoy día. Hubo una derrota que significó una detención o un retroceso. Mi preocupación es cómo se retoma ese proceso. Por eso planteo la necesidad de dejar de ser minoría. Pero ¿cómo construyes mayoría cuando tienes fuerzas políticas divididas internamente? Hay que readecuar el gobierno y reconstruir una fuerza política capaz de hacerlo.


¿Diría que, en esta pasada, la batalla cultural la ganó la derecha?


La derecha triunfó esta vez. Ellos querían hacer del Rechazo del 20% un voto mayoritario. Lo lograron. Pero, cuidado, eso no significa que la mayoría de las personas adhirieran a sus valores. Fue porque los problemas estructurales de un país afectan la subjetividad de la gente. La incertidumbre, el temor al cambio, todo eso coincidió y se ajustó al planteamiento que ellos habían hecho.


¿La derecha quedó con la llave del proceso?


No nos equivoquemos. Lo que podríamos llamar el triunfo cultural de la derecha es enteramente efímero. Si el próximo gobierno es de derecha, el siguiente va a ser contra la derecha. No hay una hegemonía, un cemento cultural establecido por ellos. Ahí hubo una estrategia. Pero la fuerza de la derecha está en el poder económico, en la dureza que han mostrado luego del triunfo del Rechazo. Además, la derecha tiene una capacidad de bloqueo de cualquier proyecto transformador en ambas cámaras del Congreso.


¿Qué quiere decir con eso?


Que la derecha no tiene un proyecto propiamente cultural. Lo que tiene es un proyecto de dominación para mantener las cosas tal cual y que nada cambie. Ese fue su triunfo.


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