¿Por qué votamos por corruptos?
- Vicente Espinoza
- hace 3 días
- 5 Min. de lectura
Esta trilogía desmenuza “la economía de favores” que opera en los municipios chilenos. El texto introductorio destaca que para usuarios y funcionarios no todo incumplimiento de las normas es corrupción; y pone el foco en el clientelismo, un mecanismo que no solo premia a los aliados con acceso preferencial a los servicios públicos, sino que bloquea estratégicamente el camino de los adversarios.
Lee aquí el primer artículo de la serie: “¡Haga una excepción, yo voté por el alcalde!”
Los municipios son parte de la experiencia diaria de la población en su relación con el Estado y, para los más vulnerables, inciden en su propia subsistencia[1]. A pesar de ese rol clave, en los últimos dos años un 75% de la población ha manifestado tener poca o ninguna confianza en ellos[2]. Con altos y bajos, este nivel de desconfianza se ha mantenido estable desde 2011. Para mejorar la experiencia del ejercicio de los derechos ciudadanos, así como para fortalecer el sistema político resulta clave incrementar la legitimidad o la confianza de la población en estas instituciones.
Por diferentes razones, cuando es diseñan políticas de modernización de la gestión pública estas adoptan una mirada de arriba hacia abajo, donde los gobiernos locales se tratan como un elemento periférico o subordinado del Estado. Se asume, erradamente, que si las cosas cambian a «nivel nacional», también debieran hacerlo en lo local. Ese enfoque se ha mostrado insuficiente, en primer lugar, porque en la medida que los controles se aplican solamente en un ámbito, resulta esperable que aparezcan conductas anómalas en sectores menos vigilados.[3] La razón más importante, sin embargo, es que desde que se adoptó la elección separada de alcaldes, en 2004, esa contienda electoral se convirtió en un preciado «capital» que entró de lleno en el juego político nacional. Ambas causas se retroalimentan y están en la base de la baja confianza que afecta a los gobiernos locales.
Esta serie de artículos discute dos posibles explicaciones de la caída en la legitimidad de los gobiernos locales, y plantea que la raíz del problema se encuentra en el clientelismo, es decir en el uso de los servicios municipales para mejorar las posibilidades electorales de alcaldes, concejales y partidos.
La primera columna discute la idea -frecuente en el análisis político y mediático- de que la municipalidad debe ser controlada estrictamente pues tiende a operar como un sistema corrupto debido a que los funcionarios aprovechan su autoridad para sacar ventaja. Mostrando los resultados de un estudio que evalúa, en términos de su honestidad y justicia, situaciones en las cuales el funcionario ejerce su discrecionalidad, el texto pone a prueba esa conjetura.
“En ocasiones el clientelismo es difícil de detectar porque no desvía los recursos sino que favorece con atención más oportuna y pertinente a los políticamente más cercanos”
La segunda columna muestra que la proximidad política con las autoridades de diferente signo es un elemento que incide en la entrada de los funcionarios a los servicios municipales. Esto, sin embargo, no implica que una vez adentro los funcionarios operen siempre bajo una lógica de incondicionalidad a los alcaldes u otro patrocinador político. Este texto aborda un asunto especialmente complejo sobre el clientelismo: en ocasiones es difícil de detectar porque no desvía los recursos de quienes lo requieren, sino que favorece con atención más oportuna y pertinente a los políticamente más cercanos. Por ejemplo, en una de las municipalidades, una funcionaria de la OMIL (Oficina Municipal de Información Laboral) relató que era frecuente que un concejal llegara con algunos de sus electores a pedir que les consiguiera trabajo. La funcionaria tenía claro que esos electores calificaban para recibir ayuda, es decir, no se trataba de un desvío de recursos. El problema, difícil de detectar para el sistema, era que el concejal conseguía que se saltaran la fila y se les atendiera con diligencia.
Pero el clientelismo no es sólo la canalización de los recursos a los cercanos políticos; otras veces excluye a quienes son políticamente opuestos a fin de acercar a los políticamente neutrales.
La lógica de conseguir votos a cambio de recursos públicos permea la operación de la mayor parte de los municipios, aún contra la voluntad de los funcionarios, quienes no acceden a las peticiones fuera de norma. Sin embargo, que todos ellos sean «operadores políticos» es una generalización que no muestra sustento en nuestros estudios. Lo que sí ocurre es que para quienes se sabe que son cercanos al alcalde, la alcaldesa u otras autoridades políticas, los funcionarios otorgan una atención más diligente e incluso buscan soluciones alternativas. Esa diligencia no se aplica a todos los usuarios por igual: algunos deben completar los procedimientos, llenar los formularios de postulación o redactar los proyectos sin contar con la ayuda de algún funcionario.
“El clientelismo es una relación social continua, fundada en una ficción de horizontalidad, donde las votaciones son un episodio más, encadenado a una economía de favores”
La pregunta que se aborda en la última columna es por qué la población vota e incluso elige, candidatos conocidos por sus prácticas corruptas, permitiendo la reproducción de una institución excluyente como el clientelismo. No se trata de que los candidatos «compren votos», en una transacción comercial. La entrega de obsequios o incluso dinero durante las campañas tiene escaso efecto en los resultados electorales y lo utilizan más bien candidatos o candidatas con reducida implantación territorial, como una forma de acercarse a los electores potenciales.[4] En realidad, el clientelismo es una relación social continua, fundada en una ficción de horizontalidad, donde las votaciones son un episodio más, encadenado a una economía de favores.
El apoyo a candidatos corruptos se ha estudiado en varios países (pero muy poco en Chile) y existe más de una explicación.[5] Una posibilidad es que los electores esperen recibir algún beneficio de este tipo de candidatos, aceptando algunas prácticas grises que no consideran corruptas, tales como pagar cuentas. Otra posibilidad es que quienes tienen afinidad con el estilo, programa o ideología del candidato, descarten como falsas o exageradas las acusaciones de corrupción. Algo similar se ha reportado para las candidatas mujeres, a las que se supone menos corruptas que los hombres. Otra explicación tiene que ver con la coerción, el «voto cautivo», vale decir la posibilidad de monitorear a los electores y castigar a quienes no voten por el candidato.[6] Los resultados del estudio muestran que, en realidad, los electores no votan por candidatos corruptos, ni tampoco lo hacen bajo coerción, sino que hay otras razones que los llevan a votar por ellos y que compensan su rechazo directo a la corrupción. Las razones que encontramos se explicaran en la columna final.
AQUÍ EL PRIMER ARTÍCULO DE LA SERIE
NOTAS Y REFERENCIAS
[1] Solo por nombrar algunas de las líneas de acción que desarrollan los municipios en pro del bienestar de los habitantes de una comuna, tenemos: atención primaria en salud, deporte y la recreación, patentes comerciales, incluyendo el comercio ambulante, permisos de construcción, programas de empleo, programas de apoyo a la mujer y a los adultos mayores, programas de seguridad vecinal, etc. La mayor parte estas actividades requieren del contacto entre los funcionarios y el público pues, para la población, contar con los recursos para una iniciativa de su interés no es automático –por ejemplo, para un paseo de un club de adulto mayor– sino que supone un proceso de postulación o concurso donde usuarios y funcionarios entran en contacto.
[2] De e acuerdo con la encuesta CEP.
[3] Moya, Emilio y Juan Andrés Guzmán. 2023. Entrevista con Oliver Meza. https://terceradosis.cl/2023/11/17/oliver-meza-doctor-en-politicas-publicas-experto-en-corrupcion-las-elites-corruptas-le-dicen-a-la-sociedad-asi-es-como-se-hacen-las-cosas-para-que-te-vaya-bien/
[4] Luján Verón, David. 2018. «El Estado soy yo. Clientelismo, Poder e intermediarios locales en Chile.» El Colegio de México. Espinoza, Vicente. 2023. «Clientelismo y Patronazgo. Los esqueletos en el armario de la política chilena, a propósito de Democracia Viva» https://terceradosis.cl/2023/07/23/los-esqueletos-en-el-armario-de-la-politica-chilena-a-proposito-de-democracia-viva-clientelismo-y-patronazgo/
[5] Muñoz, Paula. 2018. Buying Audiences. Clientelism and Electoral Campaigns When Parties are Weak. Cambridge: Cambridge University Press.
[6] Stokes, Susan. 2005. ”Perverse accountability: A formal model of machine politics with evidence from Argentina.” American Political Science Review 99(03): 315–325. Auyero, Javier. 2001. La política de los pobres. Las prácticas clientelistas del peronismo. Buenos Aires: Ediciones Manantial
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